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vendredi 29 mai 2020

MANNA IN THE DESERT -- MANÁ EN EL DESIERTO --


(Body and Blood of Christ: 
Deut. 2:8-16; 
1 Corinthians 10:16-17; 
John 6:51-58)
Fr. Rene Butler  MS  and Wayne Vanasse


Moses tells his people that God deliberately tested them with afflictions. To modern ears, this is perhaps more shocking than Jesus’ telling his disciples, in the Gospel, to eat his flesh and drink his blood.
Every age has its time of testing: persecution, disease, economic collapse, famine, etc. How are we to make sense of this?
Let us read Moses’ words more attentively: God’s purpose was twofold: to “find out whether or not it was your intention to keep his commandments,” and “to show you that not by bread alone does one live, but by every word that comes forth from the mouth of the Lord.”
At La Salette the Blessed Virgin was very much aware of her people’s affliction. She came to beg them to honor God’s commandments. While acknowledging their hunger, she regretted their failure to seek the Bread of Life. “In the summer,” she declares, “only a few elderly women go to Mass. The rest work on Sundays all summer long.  In the winter, when they don't know what to do, they go to Mass just to make fun of religion.”
Let us return to Moses, and hear his words in a broader context. Before mentioning the afflictions, he says: “Remember how for forty years now the Lord, your God, has directed all your journeying in the desert.”
Thus, along with the afflictions of hunger, thirst and serpents, God provided manna, water from the rock, and the bronze serpent.
St. Paul reminds us: “The cup of blessing that we bless, is it not a participation in the blood of Christ?
The bread that we break, is it not a participation in the body of Christ?” He wrote this in a time of testing: there were many divisions in the Christian Community of Corinth, and his point was that our sharing in the cup and in the bread makes us one.
The Mass is not just an obligation. It is a precious gift. When we forget this, we forget precisely what Jesus meant when he said, “Do this in memory of me.” He invites us to his table, that we may receive life from the Living Bread, and sustenance in our times of affliction.
Wayne Vanasse and Fr. René Butler, M.S.


(Cuerpo y Sangre de Cristo: 

Deuteronomio 2:8-16; 

1 Corintios 10:16-17; Juan 6:51-58)

Pe Rene Butler  MS


Moisés le dice a su pueblo que Dios deliberadamente los puso a prueba con aflicciones. A los oídos modernos, esto es tal vez más chocante que Jesús diciéndole a sus discípulos, en el Evangelio, de que coman su carne y beban su sangre.

Cada época tiene su tiempo de prueba: persecución, enfermedad, colapso económico, hambre, etc. ¿Cómo podemos darle sentido a esto?

Leamos las palabras de Moisés más atentamente: El propósito de Dios era el doble: “Para conocer el fondo de tu corazón y ver si eres capaz o no de guardar sus mandamientos”, y “para enseñarte que el hombre no vive solamente de pan, sino de todo lo que sale de la boca del Señor”.

En La Salette la Santísima Virgen conocía muy bien la aflicción de su pueblo. Ella vino a suplicarle que honre los mandamientos de Dios. Al reconocer el hambre que padecían, ella se lamentaba de que no buscaban el Pan de la Vida. “En verano”, ella declara, “sólo van algunas mujeres ancianas a Misa. Los demás trabajan el domingo, todo el verano. En invierno, cuando no saben qué hacer van a Misa sólo para reírse de la religión”.

Volvamos a Moisés, y escuchemos sus palabras en un contexto más amplio. Antes de hablar de las aflicciones, dice:”Acuérdate del largo camino el Señor, tu Dios, te hizo recorrer por el desierto durante esos cuarenta años”.

Así, junto con la preocupación por el hambre, la sed y las serpientes, Dios le provee del maná, del agua de la roca, y de la serpiente de bronce.

San Pablo nos lo recuerda: “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo?” El escribió esto en un tiempo de prueba: había muchas divisiones en la comunidad cristiana de Corinto, y a lo que Pablo apuntaba es que, nuestro compartir de la copa y del pan, es lo que nos hace uno.

La Misa no es sólo una obligación. Es un don valioso. Cuando lo olvidamos, olvidamos precisamente lo que Jesús quería decir cuando nos ordenó, “Hagan esto en conmemoración mía”. Él nos invita a su mesa, para que podamos recibir vida del Pan de la Vida y sostenernos en tiempo de aflicción.

Traducción: Hno. Moisés Rueda, M.S.

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